domingo, 31 de agosto de 2008

A mis amigos....

Columna de Cesar Barros: A mis amigos (La Tercera de hoy). carta de un papa, amigo de alguno de los padres de las 9 niñitas fallecidas en el accidente del norte de Chile en una gira del Colegio Cumbres.

Columna de César Barros: A mis amigos

De verdad tenía pensado escribir sobre la importancia de los liderazgos empresariales en Chile. Sobre su influencia positiva en las políticas económicas y públicas en general. Sobre cómo la ausencia de esas influencias en países como Argentina, Bolivia y otros "hermanos latinoamericanos" han llevado al desastre y al populismo. Sobre el perfil que deben mantener esos líderes empresariales.

Chile tiene -aunque tantos líderes políticos "progres" protesten- una clase empresarial de excepción en lo político. Soy crítico de su excesiva falta de creatividad y muchas veces de audacia. Pero su compromiso con el progreso del país y con las buenas políticas públicas en innegable. Los aportes del Cep, LyD y otros institutos y universidades que han conformado, la calidad de sus dirigentes, la altura de miras para cooperar con gobiernos no siempre amigables es un ejemplo para la región.

Chile tiene una clase empresarial dedicada, democrática, seria y que se siente responsable por el progreso de la Nación. Los países que no las tienen, donde las elites empresariales dejan pasar la corrupción, las malas políticas públicas, y se acomodan sólo a ganar dinero, son el germen de la perdición para sus países y también para sus empresas.

Pero no me salen las palabras. El accidente de anteayer en Putre me tiene sobrecogido e incapacitado para cualquier cosa que no sea pensar en mis amigos que perdieron hijas y nietas en el accidente. Y en mi egoísmo personal, dar gracias a Dios por tener a los propios con vida y salud. Cómo no recordar el minuto en que los vimos nacer y luego escuchamos sus primeros balbuceos. Mirar sus primeros pasitos inseguros. El primer día del colegio, la primera comunión. Yo no sé si tendría la entereza, la fe y la resiliencia de mis amigos Luis José Garreaud, Fernando Barros e Iván Arteaga, ante la pérdida de sus hijas y nieta.

Quisiera ayudarlos, estrecharlos, compartir su dolor: pero es imposible, porque cada hijo, cada nieto es una singularidad para uno. Cada cual tiene su lugar en nuestros corazones de padres y de abuelos. Y si bien lo único que tenemos seguro en la vida es justamente la muerte, lo justo es que llegue a la edad esperada y en circunstancias más lógicas. A la edad nuestra, empezamos a ver la muerte más cercana: amigos que van, al menos, con una buena parte de la vida completa.

La muerte de niños es brutal, es un despojo de vidas que tenían que venir. De vivencias que departir con ellos. De angustias de amores y de triunfos que tendrían y que se vieron tronchados de forma tan violenta.

Ayer no pude sino levantarme al despertar, ir a ver a mis niños uno por uno y tocarlos, sentir su calor y escuchar sus alegatos por interrumpir esos sueños interminables que tiene la juventud. Y llamar a deshora a los que viven fuera de Chile, para estar seguro de la certeza que otros hoy no tienen.

Va a ser una semana triste y llena de reflexiones, sobre por qué estas cosas pasan y del significado de la vida y de la muerte. Acostumbrarnos a que esta última siempre nos acompaña, nos acecha y no se aleja de nosotros. A dejar de lado tanta frivolidad que nos rodea, la angustia por problemas pequeños, de los que nos burlaremos en unas semanas. Todo será nimio al lado del dolor de nuestros amigos. Cualquier pérdida nuestra será insignificante frente a la de ellos.

Quizá sea ese el mensaje que nos llega desde el más allá a los que no nos ha tocado ahora la muerte tan de cerca: un recordatorio de lo poco que vale el debate por la consolidación de deudas, la elección de la CPC, la cena de la industria del salmón y el saldo de la cuenta corriente. Y que lo importante es la amistad, el amor, los afectos. La cercanía física: los abrazos, las caricias y las palabras amigo, hijo, hermano y padre.

Es una lástima tener que ver el dolor tan de cerca, para olvidarnos de todo eso que nos consume el cerebro durante el día y muchas veces por las noches. El desperdicio que es usar el tiempo en reuniones, directorios y cálculos, pudiendo en cambio entregárselo a los hijos y a los seres queridos.

Escribir de negocios y de economía, cuando podríamos estar, en cambio, leyéndole un cuento a un hijo o a una nieta. Comiendo con extranjeros que poco o nada conocemos, en vez de acurrucar a un hijo o escuchar sus historias y sus sueños.

Si en algo pueden consolarse los que acaban de tener esta pérdida irreparable es que muchos como yo, vamos a mirar el mundo en forma más recatada y cuidadosa. Nos vamos a fijar en lo que realmente es importante. Y vuestro dolor tendrá frutos que quizá ustedes nunca imaginaron. Y que si de verdad fuéramos "homo sapiens", no lo olvidaríamos jamás. Pero como de "homo" tenemos mucho y de "sapiens" poco, volveremos inevitablemente a las andadas.

Y a nuestra agenda regresará a la consolidación de deudas, la elección de la CPC y la cuenta corriente.

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