lunes, 9 de mayo de 2011

copiando nuevamente

     una entrada acá mismo en el año 2008 dejo este artículo que no quiero perder. 
Recibo  curiosa y continuamente comentarios no deseados,  por lo que probaré si es que de esta manera se aburren.

Después de estos días en que por varios lados pareciera que se juntasen las malas noticias y desgracias, creo que la columna que adjunto a continuación viene al caso.

Esperanza y consuelo - Rodericus

Esperanza y consuelo
Si bien en mi última columna aludí a la esperanza, ahora quiero abordar su vínculo con el consuelo. Todo acontecimiento triste ve atenuado su dramatismo si quien lo padece no ha sido sobrepasado por la desesperación.
Este aspecto hace que la esperanza sea una vasija de apaciguamiento y de heroísmo. ¿Por qué de esto último? Porque desde ella, y a pesar de sus desdichas, la persona puede prolongar su marcha, aunque le hayan amputado todas sus aparentes "certezas".
En este sentido, la esperanza se muestra como la única y real antesala de la felicidad. Sin aquélla o fuera de aquélla, la felicidad se volvería imposible. Como dice un pensador contemporáneo, Jean-Louis Chrétien, "la condición 'esperante' del hombre es decisiva para alcanzar la felicidad. No es posible concebir una existencia feliz sin esta relación con un acontecimiento que se perpetúe no sólo en el tiempo, sino, además, en la convicción de que hay una existencia cuya realidad desconocemos, pero anhelamos, ignoramos, pero creemos cierta, y cuyo horizonte late en el indescifrable escenario de un sentimiento básico: que la vida no acabe".
Sólo alguien convencido de su esperanza es capaz de darse un destino; y ella, para quien quiere adentrarse en lo eterno, es un recinto que debe salvaguardar pese a todos los obstáculos vitales. Amparado en esta inalterable esperanza, el hombre da el paso hacia el hallazgo definitivo.
RODERICUS
El Mercurio. 9 julio 2008